Tergiversar un puente de lana para una camiseta de verano. Ceñirse una obra al laberinto automovilístico de mis sueños. Saltar entre telarañas. Colgarse de una tumbona. Saludar con los codos. Atarse los zapatos con el anzuelo de la boca del pez.
Así se antoja el camino relacional espasmódico por inexplicable.
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