Esa chica que no soy yo, sólo una parte, la más graciosa, la que daría un pisotón a la que da los buenos días, diariamente. La que no piensa y vive absorbiendo, la que se transforma mágicamente con polvo fúngico, la que inventa y colorea sin filtros, tan bonita, que no puedes creerla, porque es felizmente inconsciente, todo lo felizmente inconsciente que te deja la vida serlo en un maximalismo brevemente contemporáneo. Un maximalismo cuya red deja un destino sin escape a donde tirarse, dentro de un pozo de lo contrario, de la consciencia pétrea de la culpabilidad y el pequeñismo.
Matar a Pirulety para no volver ahí.
Matar a Pirulety y no podrá volver.
Matar a Pirulety y ser.
Matar a Pirulety y poder.
Matar a Pirulety, y quizás, vivir.
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