Siento que la vida me engaña; quise ir por delante alguna vez, pero no funcionó.
Me encantaría no sentir nada, ni desazón, ni alegría, evaporarme en una cama de algodones mientras espero no despertar nunca, de ese sueño reparador, encogida como un feto que no sabe lo que le viene encima.
No sé qué pensar, no sé que creer, y me siento absurda, incoherente, dueña sólo de la cara que pongo ante las circunstancias, lo cual no es poco, y pensándolo bien, para nada es cierto. Lo único cierto es que parezco dejarme llevar, con pena ante menudencias, contrariada, mareada ante los estímulos diarios, ajena mientras puedo, huyendo, y enfrentándome sólo a hurtadillas...
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