lunes, 13 de junio de 2016

Capas transparentes.

La noche me confunde, ¿y qué hago?, encender la luz.
Es curioso como la noche nos hace ser más nosotros, a la vez que saca lo peor de los que de día no se atreverían a hacer ciertas cosas, pero las llevan dentro. Ciertamente, a pocas personas les da por ser más voluntariosos o bondadosos de noche. Suele ser el ámbito de la diversión desaforada, no siempre perversa, pero algo salvaje.
¿Quién soy en realidad?
Supongo que un conjunto de esas personalidades. De noche lo único que a mi entender ocurre, es que hay menos opciones de ser visto, enjuiciado, y rechazado. Para bien y para mal hay menos vergüenza y mayor probabilidad de que se abran las vías de ese yo  que pugna por salir y en otros ámbitos no se le pasaría por la cabeza.
Cambia el contexto, cambias tú. Quien crees que eres hoy, no sabe cómo será mañana, de noche, o ante circunstancias diferentes.
Hay ciertos límites que para algunos son infranqueables. O eso parece lo más probable.
A veces me creo que ya soy buena. Pero viene la noche, se abren las puertas, comienzo a dudar, y acabo haciendo cosas que en modo diurno no haría.
Eso está ahí, y no sé si tendrá fin algún día.
Querer ser transparente entre capas de distintas formas parece lioso. Imposible contemplarlas todas.
Y, lo que no veo, de repente me sorprende; ante todo, no quiero dañar.
 

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