Seguimos en el día de hoy, mi parte buena y mi parte mala, mi corazón, mi cabeza, mis pulmones y mi estómago, intentando ser indiferentes a tu persona, por un futuro alegre y a salvo de las malas cosas de la vida.
Me doy cuenta, de que más que quererte, un día moviste mis fibras, mis entrañas, y sólamente me compadezco de tí, odio que te hagan daño, y, si hace falta, te regalo mi vida, como hice, porque tu estés bien.
Pero no estoy aquí para sufrir, y ni siquiera te ayudo, porque sólo hacía que entrar en brote, en una espiral de odio, de impotencia, de saber que el camino que seguía junto a tí no hacía más que meternos en arenas movedizas y llenarse de piedras cada vez más prominentes que azotaban y prendían en llamas nuestros corazones.
Ya está, ya se ha acabado, cuando te necesité no estuviste, me trataste peor que a una basura, ahora no puedes venir queriendo saber de mí, cuando lo único que has hecho es tratar que sintiera el dolor más fuerte.
Sólo necesito tener esa fuerza para conseguir la indiferencia, esa fuerza que generaste tú en mí, atravesando mi corazón sin compasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario